Clinical Obesity Misconceptions Persist

El reconocimiento ha tardado en llegar. La obesidad, oficialmente reconocida como una enfermedad por la AACE en 2012 y adoptada por la AMA en 2014, finalmente ha escapado del estigma de ser «solo falta de voluntad». Es la enfermedad de adiposidad crónica, o ABCD si necesitas otra sigla médica para memorizar.

Resulta que la obesidad no es simplemente comer demasiadas donas. Tiene un componente genético significativo. La AACE reclasificó oficialmente la obesidad como enfermedad crónica basada en la adiposidad en 2017, reconociendo su naturaleza compleja. Factores hormonales. Influencias ambientales. Y sí, también está ese pequeño detalle de consumir más calorías de las que tu cuerpo utiliza. Una receta perfecta para el desastre metabólico.

«La obesidad: más que exceso de donas. Genética, hormonas y ambiente creando el perfecto desastre metabólico.»

El famoso IMC sigue siendo la vara de medir preferida, clasificando la obesidad en tres categorías: Clase I (30-34.9), Clase II (35-39.9) y Clase III (≥40). Pero aquí está la trampa: este sistema es ridículamente simplista. Un culturista y una persona sedentaria pueden tener el mismo IMC con composiciones corporales totalmente diferentes. Vaya ciencia. La inflamación crónica de las células grasas altera el funcionamiento de la insulina en el cuerpo.

Y la cosa empeora. Los criterios varían según la etnia. Los asiáticos tienen umbrales diferentes. Un sistema único no sirve para todos. Sorpresa.

La verdad incómoda es que la obesidad arruina cuerpos. Diabetes tipo 2. Enfermedades cardíacas. Cánceres. NASH. Apnea del sueño. Osteoartritis. La lista sigue. No es solo una cuestión estética, es una bomba de tiempo médica.

El tratamiento requiere un enfoque multifacético. Dieta. Ejercicio. A veces apoyo psicológico. En casos graves, cirugía bariátrica. Medicamentos bajo supervisión. No hay soluciones mágicas ni pastillas milagrosas.

Aproximadamente el 65% de la población mundial vive en países donde la obesidad es más letal que el bajo peso, lo que demuestra que es un problema de salud global crítico.

Económicamente, el impacto es brutal. Afecta a aproximadamente 2 de cada 5 adultos estadounidenses. Los costos sanitarios son astronómicos.

La obesidad no es falta de carácter ni indisciplina. Es una enfermedad real con consecuencias reales. El seguimiento clínico debe ser continuo. Las estrategias deben ajustarse constantemente.

Y quizás, lo más importante, necesitamos dejar atrás el obsoleto IMC y adoptar mediciones más sofisticadas como la circunferencia abdominal y el Sistema de Estadificación de Obesidad de Edmonton. Ya es hora.

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