El metabolismo de la glucosa impulsa cada célula del cuerpo humano a través de una intrincada danza de hormonas y reacciones químicas. Cuando comemos carbohidratos, estos se descomponen en glucosa y son absorbidos en el torrente sanguíneo. Luego, la insulina actúa como un agente de tránsito, dirigiendo la glucosa a las células para su uso inmediato como energía o para su almacenamiento. Si el nivel de azúcar en la sangre baja, el glucagón interviene liberando la glucosa almacenada en el hígado. Este proceso esencial nos mantiene en movimiento, pensando y respirando, aunque hay mucho más en esta historia metabólica de lo que parece.

Nuestros cuerpos funcionan con glucosa, así de simple. Este azúcar es el combustible que mantiene nuestros motores en marcha, y obtenemos la mayor parte de él al descomponer los carbohidratos de los alimentos. Cada vez que muerdes un trozo de pan, sorbes un poco de pasta o masticas frutas y verduras, estás alimentando la fábrica de glucosa de tu cuerpo. Sin ella, tendríamos tanta energía como un teléfono inteligente con la batería agotada.
La verdadera magia ocurre en los intestinos, donde la glucosa es absorbida en el torrente sanguíneo. Es entonces cuando el páncreas entra en acción, liberando insulina como un agente químico que dirige la glucosa a los lugares adecuados. La insulina le dice a nuestras células: «¡Abran, es hora de su entrega de glucosa!». Luego, las células la utilizan para obtener energía o la almacenan para más tarde. Hablamos de una máquina bien engrasada. Durante este proceso, la insulina también suprime activamente la producción adicional de glucosa por el hígado para mantener niveles adecuados.Pero hay más. Cuando los niveles de glucosa bajan, otra hormona llamada glucagón entra en acción. Es como el gemelo inverso de la insulina, indicándole al hígado que descomponga la glucosa almacenada (glucógeno) y la libere en el torrente sanguíneo. El cerebro depende de este suministro constante, ya que usa aproximadamente el 20% de la energía total del cuerpo.Dentro de nuestras células, la glucosa pasa por un proceso complejo llamado glucólisis, generando energía a través de una serie de reacciones químicas. Las mitocondrias, esas diminutas centrales eléctricas, convierten la glucosa en ATP, la moneda energética que nuestro cuerpo realmente usa.A veces, las cosas no salen según lo planeado. Cuando el sistema falla, terminamos con condiciones como la diabetes. Es como tener un termostato roto: el cuerpo no puede producir insulina (diabetes tipo 1) o ha dejado de responder a ella (diabetes tipo 2). Cuando las células se vuelven resistentes a la insulina, puede desarrollarse el síndrome metabólico y una utilización ineficiente de la energía en todo el cuerpo.Durante momentos de estrés o ayuno, nuestros cuerpos se vuelven creativos. Comienzan a producir glucosa a partir de otros materiales a través de la gluconeogénesis o cambian a la quema de grasa como fuente de energía. Es como tener un generador de respaldo cuando se va la luz.Todo este proceso es una delicada danza de hormonas, enzimas y reacciones químicas. Cuando funciona, es hermoso. Cuando no, es ahí cuando los médicos intervienen.